El pasado 20 de enero, justo ocho años después de su primera investidura, Donald Trump volvía a ser oficialmente el presidente nº 47 de Estados Unidos. La “ceremonia”, que reunió en Washington a millonarios y dirigentes mundiales de extrema derecha, ha visibilizado la falacia de la democracia. El “intento” de asesinato que sufrió el pasado verano en Pensilvania le ha dado un “halo divino” entre sus seguidores más radicales, que no han dejado de mostrar su alegría por la llegada de la ‘Administración Trump’ al poder.
Dicen los medios burgueses que Trump es “impredecible”, que a pesar de llegar a “acuerdos” con dirigentes o líderes mundiales en cumbres y reuniones internacionales “luego hace lo que le apetece”. Y nos lo cuentan a modo de chiste, quizás para restar fuerza a la idea del peligro que entraña dejar en manos de un autócrata decisiones que tomará solo en beneficio de la élite que le ha ayudado a volver –como presidente y no como delincuente-, al Capitolio. Por eso, unas de las primeras medidas que ha firmado nada más recuperar su cargo ha sido indultar a los asaltantes de extrema derecha que en enero de 2021, animados precisamente por los discursos incendiarios del propio Trump, decidieron asediar y entrar por la fuerza, provocando hasta muertos, en la sede del Congreso de los EE.UU. Pero esta no ha sido, ni por asomo, la más grave de sus promesas. Trump lleva años lanzando mensajes y creando un clima de odio hacia colectivos de seres humanos, como las personas migrantes, los colectivos feministas, los colectivos ecologistas, y la clase obrera de su propio país en general. Está totalmente convencido de que su plan nacionalista volverá a traer una nueva “edad de oro” para su país. Desde luego, la de Trump es una vieja estrategia que continua, a pesar de los numerosos estudios sobre manipulación de masas, funcionando: apelar a las emociones de la gente.
Migración: Trump “recupera” su idea de construir un enorme muro en la frontera con México.
Miles de personas corren peligro en Estados Unidos tras la investidura de Trump hace apenas dos días. El “nuevo” presidente ha asegurado que expulsará masivamente a cuantos más migrantes mejor por considerarlos “potenciales criminales”. Por eso desplegará tropas militares en estas zonas, para impedir lo que él denomina una “invasión”, y movilizará al resto de fuerzas y cuerpos de seguridad, sobre todo en las grandes ciudades, para perseguir a migrantes. Paradójicamente y como ocurre en cualquier otro país, es gracias a la migración que Estados Unidos prospera (y ha prosperado siempre. El mundo no puede ignorar que las personas migrantes que malviven en Estados Unidos tienen los trabajos más precarios, los peor remunerados y los más peligrosos. Son estas personas las que están expuestas a sufrir las consecuencias de un capitalismo asesino que condena a su propia mano de obra, trabajadores sobre los que descansa gran parte de la economía.
Política internacional: La humillación como base de las relaciones de EE.UU. con otros pueblos.
Desde cambiar el nombre a un accidente geográfico (golfo de México-golfo de América) hasta las “amenazas” de anexionar territorios de otros países y establecer importantes aranceles, pasando por el proyecto de “reconstruir Gaza de forma diferente” porque es un lugar con muchas “posibilidades”, recuperar la soberanía del canal de Panamá y salirse del ‘Acuerdo de París’ (2016), donde los países que lo asumieron se comprometían a tener en cuenta los impactos del cambio climático en el planeta. Trump no ha dejado a nadie indiferente con la dirección que quiere dar a sus políticas internacionales.
En la base de sus declaraciones sobre estas cuestiones lo único que se puede dilucidar es el placer que encuentra humillando a otros pueblos, a quienes “advierte” de su poder para modular la economía mundial según convenga a sus propios intereses y a los de la oligarquía de millonarios para los que va a gobernar en detrimento de derechos y libertades fundamentales de millones de personas en todo el planeta.
Política nacional: Revertir los pocos derechos alcanzados durante los últimos años en EE.UU.
Para Trump los “planes de igualdad” son innecesarios, como también las leyes que protegían hasta ahora a las personas de colectivos muy vulnerables, como el colectivo LGTBIQ+, especialmente las personas trans. Ha dejado claro que solo existen dos géneros: hombre y mujer. Y que las partidas presupuestarias que han servido para alcanzar derechos constitucionales es en realidad “una pérdida de tiempo que solo beneficia a vagos y maleantes”. Cuesta creer que a Estados Unidos se le conozca como el país de “la libertad”.
Otra cuestión muy importante es la sanidad. En Estados Unidos no existe un sistema sanitario como el que podemos tener en el Estado español. Un sistema, dicho sea de paso, que también intentan cargarse sectores ideológicos con ideas similares a la del nuevo presidente estadounidense. Enfermar en Estados Unidos es una sentencia de muerte segura si eres pobre, y a pesar de que la Administración Obama puso en marcha un plan de “seguridad social” para paliar (un poco) los gastos de las personas en salud, Trump está decidido a desmantelarlo por completo en esta segunda oportunidad como presidente. En este sentido, también ha anunciado la salida de EE.UU. de la Organización Mundial de la Salud (OMS), bajo la justificación de que no supo o pudo gestionar adecuadamente la situación mundial durante la pandemia de COVID en 2020. Pero en realidad sabemos que Trump es un “antivacunas” declarado, y ha apoyado a grupos y movimientos que rechazan muchos postulados de la OMS.
El “verdadero” gobierno de Estados Unidos: Ricos y poderosos al servicio de las ideas de extrema derecha.
Si algo ha quedado claro tras la segunda llegada de Trump al poder es que ni él ni quienes le apoyan tienen ningún complejo a la hora de admitir y demostrar qué sienten y piensan. El saludo nazi del dueño de la red social X (Elon Musk) ha sido mundialmente comentado y ha propiciado el cierre de algunos perfiles como respuesta al gesto del magnate. Sin embargo, a muchas no nos hacía falta ver esta imagen para saber en manos de quienes están estas empresas y los gobiernos que las favorecen.
Tampoco ha sido una sorpresa ver entre los apoyos al nuevo presidente de EE.UU. a dirigentes de países como Javier Milei, Giorgia Meloni o Viktor Orbán, conocidos por sus posturas reaccionarias y de extrema derecha. Está claro que las ideas fascistas están íntimamente relacionadas con los programas electorales de estas formaciones, cuyos líderes están cada vez más seguros en entornos donde las clases populares no terminan de despertar y organizarse.
Desde la Confederación General del Trabajo (CGT) consideramos que a nivel internacional se viene una etapa muy complicada para miles de seres humanos cuyas vidas están de algún modo relacionadas de forma directa con Estados Unidos. Como organización anarcosindicalista e internacionalista, que no cree en las fronteras de ningún tipo, es el momento de exigir de manera contundente una postura clara de la Unión Europea y a los gobernantes de los países miembros de la misma, ante las amenazas de Donald Trump y sus poderosos.
Desde CGT también consideramos la hora de empezar a apostar por el trabajo constante con aquellos grupos y movimientos sociales de resistencia de la propia sociedad estadounidense. Son más urgentes que nunca los espacios de intercambios de ideas, acciones y ayudas que contrarresten la influencia y las consecuencias del capitalismo más salvaje que siempre viene a refugiarse en las ideas de la extrema derecha y en el saqueo y expolio de los pueblos. Ideas que están, desgraciadamente, encontrando vías de difusión en muchos países y cuyos adeptos crecen en número y en acciones.
Secretariado Permanente del Comité Confederal CGT