Las vidas negras y las de todas aquellas personas sometidas al racismo, en Estados Unidos, en Francia, y en cualquier lugar, importan.

El asesinato de George Floyd por un oficila de policía el 25 de mayo se suma a la lista de vidas negras asesinadas por la policía en los Estados Unidos a lo largo de años. Desde 2013, el movimiento Black Lives Matter viene denunciando esto con el apoyo de cada vez más sindicatos de los Estados Unidos. Ya en 2016, durante la histórica huelga del 1 de abril del profesorado del sindicato CTU (Sindicato de Profesorado de Chicago), la manifestación terminó con una concentración en la que un representante de Black Lives Matter habló en apoyo del profesorado, que se esfuerza por dar una educación de calidad a las personas pobres, negras y latinas. En paralelo, la policía de Chicago ha ido acumulando un triste registro de asesinatos de hombres y mujeres negros. En un comunicado emitido después del asesinato de George Floyd, el CTU decía: “Seguiremos diciendo #BlackLivesMatter, reivindicando justicia y cuestionando el racismo sistémico”. Porque es realmente racismo estatal contra lo que estamos luchando en este caso. El racismo que denuncian muchas organizaciones sindicales de Estados Unidos, un país donde los sindicatos han atendido a cuestiones sociales más allá de sus intereses corporativos. En Minneapolis, el sindicato Federación de Profesorado de Minneapolis explica que el 20% del profesorado son personas negras y que el 75% de sus estudiantes lo son. Los sindicatos han llamado a secundar las protestas y apoyar a los y las estudiantes que participan. Otras organizaciones sindicales han escrito comunicados reclamando justicia para Georges Floyd, incluyendo Transit (ATU) Local 1005 (bus), UNITE HERE!, CTUL, la Asociación de Enfermeras de Minnesota, la Federación de Educadores de St. Paul y la Unión Nacional de Enfermeras.

El asesinato de Georges Floyd nos recuerda, de una manera terrible, a través de las imágenes de su agonía bajo la rodilla de un policía, que el racismo es un fenómeno estructural en los Estados Unidos, un país cuya 13ª enmienda constitucional, redactada después de la Guerra Civil y la abolición de la esclavitud, posibilitó la criminalización de la mendicidad, el destino de muchas de las personas liberadas por sus dueños y dueñas, castigándola con penas de prisión y… trabajos forzados. Nada ha cambiado, claman hoy las personas que protestan a lo largo del país. Los supremacistas blancos continúan desfilando impunemente, con capuchas y túnicas blancas, apoyados por Trump y los suyos.

No podemos evitar establecer un paralelismo con la conducta de la policía en otros países. El asesinato de Adama Traoré en Francia en 2016 y las conclusiones forenses de los expertos – cuya especialidad médica no tiene nada que ver con las causas de la muerte – revelan un deseo de silenciar el caso con el fin de que la policía eluda sus responsabilidades. En los Estados Unidos, las protestas actuales se producen en el contexto de la epidemia de COVID-19, durante la cual las poblaciones pobres y negras de algunos barrios se han visto abandonadas, sin apoyo, con un registro de muertes récord, desabastecidas, mientras la policía continúa actuando con impunidad. Los controles policiales, los insultos, la violencia racista en los distritos franceses durante el confinamiento reproducen lo que está ocurriendo en los Estados Unidos. La policía francesa también disfruta de una impunidad sin límites reales, sobre todo en los barrios de clase trabajadora.

En Francia, las personas negras son también víctimas del racismo y se encuentran entre las poblaciones más vulnerables ante la pandemia. Entre ellas, las personas sin papeles han tomado las calles, organizadas en la Marcha de la Solidaridad, reivindicando igualdad de derechos, viviendas, el cierre de los centros de detención y la regularización de todas las personas migrantes sin papeles. A pesar de la prohibición de la manifestación de París, miles de migrantes sin papeles y quienes les apoyan se han manifestado o concentrado en diversas ciudades de Francia. Carteles con la frase “No puedo respirar” se mostraron en solidaridad con George Floyd y con quienes denuncian su asesinato en los Estados Unidos.

El racismo sistémico o estatal, como se quiera llamar, es un hecho en las sociedades occidentales. Si no lo vemos es que estamos ciegas. Mientras tanto, su veneno se sigue propagando y matando.

La Red Sindical Internacional de Solidaridad y de Luchas exige justicia para George Floyd, para Adama, justicia para las víctimas de la violencia policial y del racismo en todo el mundo.

http://www.laboursolidarity.org/Las-vidas-negras-importan?lang=es


Fuente: Red Sindical Internacional de Solidaridad y de Luchas

Las vidas negras importan